Cuando se organiza un viaje a Escocia siempre insisto que hay que dejar unos días para una visita obligada a la isla de Skye. Se encuentra al norte del país, y es la isla más grande de las Hébridas Interiores.
Al viajar en coche no es nada difícil llegar gracias al ferry que se coge desde Mallaig o por puente. Yo siempre recomiendo hacer la ida por agua y la vuelta por tierra.
Para recorrer la isla le dedicaría como mínimo dos días alojándonos en los alrededores de la ciudad de Portree, el único lugar con mayor concentración de población en toda la isla.
Hay mucho que ver en Skye, desde el viejo puente de Sligachan llegando hasta el impresionante paisaje natural que forman las Fairy Pools, al igual que las más alejadas Fairy Glenn.
Sin duda una parada obligada es recorrer a pie el Quiraing, es impresionante la vista que se ve desde las alturas, sin duda una joya para todos los apasionados del senderismo.
Las cascadas de Kilt Rock es otro de esos puntos señalados en la carretera donde debemos parar y observar las maravillas que se forman en la naturaleza. Si tenéis resistencia, toca subir unos cuantos tramos del Old Mann of Storr. Hay que coger fuerzas y llegar hasta donde el cuerpo nos deje, pero sin duda es algo de lo que no nos arrepentiremos de intentar.
Ya desviándonos al otro lado de la isla nos encontramos con el castillo de Dunvengan, una construcción impresionante con unos increíbles jardines para recorrer. Y no mucho más lejos de allí nos encontramos con Neist Point, el punto más alejado de la isla y que alberga el faro más famoso de toda Escocia. Las vistas desde allí son para llorar de emoción, y si el tiempo os lo permite no dudéis en quedaros a ver el atardecer, es algo que se graba en la retina y perdura para siempre contigo.
Si queréis tener la experiencia completa de enamoraros de un país como Escocia, no dudéis en incluir la Isla de Skye, será ese lugar al que siempre querréis regresar.
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