Si hay visitas que no dejan indiferente, esa es la de la Geoda de Pulpí. Una gran desconocida para la mayoría, pero que, sin duda, es una de las maravillas de la naturaleza más impresionantes. Dosenelcamino.blog tuvo la suerte de adentrarse en la entrañas de la Mina Rica, en la sierra del Aguilón, en el término municipal de la población almeriense de Pulpí.
Un viaje al centro de la tierra donde el visitante disfrutará de un recorrido por una de las explotaciones mineras (ya en desuso) mejor conservadas y reformadas para su uso turístico.
Fue a finales del siglo XIX cuando comenzó la extracción de hierro en toda la comarca hasta que tras la Guerra Civil cayó prácticamente en el olvido.
Pero la Mina Rica tuvo una segunda oportunidad en 1999 con el descubrimiento de la geoda mineral más grande de Europa. Veinte años después resurgió como un reclamo turístico de primer orden.
Una carretera sinuosa nos lleva hasta una gran explanada en la que se encuentra el punto de información y de venta de entradas. Hay que recordar que es necesaria la reserva con bastante antelación debido a la limitación de aforo obligada para el mantenimiento óptimo de la mina.
Nuestra visita comienza con incertidumbre. Nos hallamos en una zona minera abandonada, -eso sí, de paisajes sorprendentes-, que en nada se parece a la riqueza que atesora bajo sus entrañas. Tras una breve charla y después de equiparnos adecuadamente (casco y chubasquero -la humedad en la mina es muy elevada y la temperatura desciende hasta los 16 grados-), iniciamos el recorrido.
La emoción embarga al grupo (reducido para limitar posibles afecciones) que de forma decidida y con buen ánimo comienza a adentrarse en la mina. Acompañados de una guía, fuimos conociendo los entresijos y la riqueza geológica del lugar. Aquí y allá aparecen formas caprichosas que solo la naturaleza es capaz de diseñar. Durante el descenso por cada uno de los niveles, somos conscientes de las difíciles condiciones que cientos de mineros tuvieron que afrontar para arrebatar el preciado mineral.
Escaleras de vértigo nos acercan, poco a poco, a nuestro destino. Los pasillos se estrechan mientras la luz de la guía nos revela algunas de las joyas de este impresionante lugar. Pero tras contemplar geodas de menor tamaño, finalmente llegamos a la joya de la mina. La gran geoda de ocho metros de longitud y dos metros de altura, recubierta de inmensos cristales de yeso.
Aguardamos nuestro turno. De uno en uno van pasando los afortunados visitantes que pueden mirar a través de esta maravilla geológica.
Vuelve la emoción con más intensidad si cabe. Y, por fin, podemos admirar la belleza de esta capilla sixtina de la naturaleza. Durante un instante nos trasladamos a un mundo mágico de cristales de yeso gigantes que nos rodean.
El asombro por lo que contemplamos es mayúsculo. Ante nosotros se encuentra la geoda visitable más grande del mundo. Una maravilla que admiramos a través de un pequeño agujero y menos tiempo del que quisiéramos. Pero ha merecido la pena. Sin duda.
Artículo escrito por dosenelcamino.blog