Aquellos que no hayan tenido la suerte de conocer Mallorca a fondo, posiblemente tengan una visión incompleta de lo que esta formidable isla del Mediterráneo es capaz de ofrecer.
Se suele asociar Mallorca con un destino turístico de sol, playa y fiesta. En este sentido, destaca especialmente el caso de Magaluf, en el suroeste de la isla. Una pequeña población costera que se ha labrado una (mala) fama a lo largo de los últimos años: borracheras, drogas y peleas entre visitantes alemanes e ingleses. Pero Mallorca es mucho más que eso.
La madre naturaleza ha sido muy generosa con esta isla. La increíble Serra de Tramuntana es el mejor ejemplo de ello: una formidable cordillera que se asoma al Mediterráneo a lo largo de toda la costa norte de Mallorca, dando lugar a increíbles
acantilados, paradisíacas calas, intrincados torrentes que vierten sus aguas al mar. Todo ello, a la sombra de picos de más de mil metros de altura, que cada invierno suelen recibir la visita de las nieves. Un paraíso de roca, agua, vegetación y viento. Una
porción de la isla que ha permanecido prácticamente inalterada durante décadas, al margen del constante ir y venir de turistas.
Yo tuve la suerte de vivir en “Sa Roqueta” (como habitualmente la llaman los propios mallorquines) durante algo más de año y medio, y pude desentrañar algunos de sus secretos mejor guardados. Mi amistad con Pavlo Myzynchuk, gerente de la empresa de alquiler de barcos MaksyBoats, me ha permitido explorar la costa norte de Mallorca desde el mar. Una visión muy diferente a lo habitual, alejada de las aglomeraciones, y que hace posible llegar hasta rincones de muy difícil acceso. En este caso, mi buen amigo y fotógrafo de naturaleza, Marcos Molina, me acompañó hasta el Port de Sóller, un idílico pueblecito a orillas del mar, en pleno corazón de la Serra de Tramuntana.
Gracias a la titulación de Marcos, íbamos a tener el privilegio de navegar con una embarcación semirrígida, de 6 metros de eslora, y equipada con un motor de 115 caballos de potencia. Un auténtico “fórmula 1” del mar.
Una vez recibidas las pertinentes explicaciones, zarpamos y decidimos poner rumbo noreste, en dirección a la conocida Sa Calobra, uno de los pocos abrigos naturales que ofrece la costa norte. Alrededor de este diminuto puerto, que ya aparece documentado en siglo XVI, una pequeña aldea comenzó a establecerse desde finales del XVIII, una vez pasó el peligro
de los piratas. Hoy en día, Sa Calobra es uno de los lugares más turísticos de Mallorca, debido a la línea de “ferrys” que lo comunica diariamente con el Port de Sóller. Se trata de una de las excursiones más hermosas y populares de la isla. En este caso, no obstante, nosotros pudimos disfrutar de Sa Calobra para nosotros solos. El día nublado, y la temporada todavía por arrancar, nos permitieron tomar instantáneas muy difíciles de conseguir en condiciones normales, acercándonos a apenas unos pocos metros de la desembocadura del Torrent de Pareis, una de las maravillas naturales de Mallorca.
Una vez satisfecha nuestra curiosidad en Sa Calobra y Torrent de Pareis, continuamos nuestro viaje rumbo noreste, para adentrarnos en territorio desconocido, en la Mallorca más indómita. Tras bordear el espectacular Morro de Sa Vaca, llegamos a la parte más remota de la marina de Escorca. Un desierto de pura roca, tan remoto y solitario que el acceso solo resulta posible desde el mar, o bien a través de complicadas excursiones a pie que requieren más de un día de duración. Realmente cuesta creer que existan lugares tan aislados en una isla abarrotada por el turismo, pero así es.
Seguimos navegando, hasta llegar a la altura de una antigua torre vigía para la defensa de la costa, que data del siglo XVI. Una torre construida para vigilar los ataques de piratas. Este difícil acceso desde la costa sería utilizado posteriormente por los
contrabandistas, para introducir tabaco y otras mercancías en la isla, a través de caminos inverosímiles. Y así, profundamente impresionados por la belleza y la dureza de estos paisajes, decidimos emprender el regreso hacia el Port de Sóller. Mallorca ha vuelto a sorprendernos una vez más, y hemos sido conscientes de los muchos secretos que todavía guarda “Sa Roqueta”. Seguro que no será la última visita…
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